Desayunamos… más mantequilla, más dulce de calabaza, más “facturas” (croissants y pastitas pequeñitas). Ya me salen por las orejas pero cada días las espero ¿?¿? es adictivo!
Recogemos todo, cargamos y salimos camino a Cabo Polonio, tengo muchas ganas de ver Cabo Polonio, parece que es un paraíso.
El camino es encantador, de tanto en tanto hay plantaciones de eucaliptus y es una delicia respirar el aroma a la vez que tengo frente a mí la inmensidad del paisaje.
No sé si esto hace que entre en una especie de trance pero empiezo a tener conversaciones con las vacas… Yo estoy pletórica, me siento feliz y de repente las veo ahí, pobres, solo comiendo, sentadas en el pasto y haciendo cada día lo mismo, solo a la espera de que vengan a matarlas para que nosotros nos las comamos.
Una de ellas me mira y me dice… “no seás boluda, ché” qué carajo me contás” viste lo que hacias vos?? Cada día a la misma hora recorriste el mismo camino para ir al mismo lugar y pusiste la cola en el mismo asiento. Sólo hacias OTs y facturas… una tras la otra, una tras otra y te sentías réjodida aguantando las boludeces de los demás y las tuyas propias, que si estoy gorda, que si estoy flaca y te gastaste un fangote de guita haciendo terapia para seguir haciendo la misma rueda y que te pensás que vos tenés vida eterna en este recinto? Pero no me enredés, dejáme tranquila, yo estoy feliz… como cuando tengo hambre, bebo cuando tengo sed, me duermo largas siestas en el pasto, por ahí me traen un toro y lo pasamos divino, andáte a hablar con otra a ver que te dice yo estoy feliz en mi mundo… Ups!!! Pues sí… visto así…
Sigo respirando mi aire de eucaliptus y procuro no mirar a las vacas no sea que me cojan en otra conversación, aunque no ha estado mal…
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